6 de Julio de 2014. Es domingo por la mañana, y el último
día del Cryptshow Festival 2014*, que cierra su edición de este año con un
invitado muy especial: el maestro de los efectos especiales Colin Arthur.
Con él hemos compartido los asistentes dos horas de nuestra
vida en una divertida y sobre todo didáctica master class que nos ha demostrado
lo cercano que es como persona, y el amor que sienten profesionales como él
hacia el trabajo que realizan. Un trabajo, el de los efectos especiales, que no
será jamás suficientemente valorado.
Colin Arthur, que ha trabajado en películas tan míticas como
“2001: una odisea en el espacio” (las máscaras de los simios fueron obra suya),
“La historia interminable” o “Conan el bárbaro”, es uno de esos admirables
supervivientes a la era digital. Desde su estudio ubicado en Madrid, Dream Factory,
Colin y su equipo de especialistas sigue trayendo al mundo todo tipo de
criaturas fantásticas, y haciendo físicamente posible lo imposible y lo
inimaginable.
Tras la irrupción de los efectos generados por ordenador, las
viejas técnicas han quedado relegadas a un segundo plano, lo cual resulta entristecedor
habida cuenta no sólo de que pueden convivir una con otra, sino que en realidad
así DEBERÍA ser, pues se necesitan mutuamente. Siempre habrá cosas que un
ordenador haga mejor y probablemente más rápido que, por ejemplo, un animatrónico,
pero habrá ocasiones en las que suceda justamente lo contrario. Y Colin Arthur
es la viva prueba de ello.
A lo largo de estas dos horas que se nos han hecho demasiado
cortas, Colin nos ha contado anécdotas
de su trabajo, y nos ha brindado detalladas explicaciones técnicas de sus
creaciones, descubriéndonos desde dentro el mundillo del maquillaje y los
efectos especiales artesanales (responsables éstos de buena parte de la magia
del cine con la que muchos hemos crecido y nutrido como amantes del séptimo
arte). Pero sobre todo, ha logrado transmitirnos su devoción por el látex, la
gomaespuma y los circuitos eléctricos que conforman la base de su arte, reafirmando
en nosotros el cariño y respeto que sentimos hacia su estimable obra y la de
muchos de sus semejantes.
Aunque a día de hoy la presencia de este tipo de efectos haya
disminuido notablemente en favor del CGI, no ya en el cine sino también en
otros ámbitos como la publicidad, no cabe duda de que todavía son necesarios,
por no decir indispensables. Y algunos de los últimos trabajos publicitarios de
Colin así lo atestiguan. Sirva de ejemplo un spot para una compañía de
telefonía móvil portuguesa para el que hubo que recrear a escala real una
enorme ballena.
Y no es ese el único mamífero de gran tamaño que Colin y su
equipo han tenido que elaborar para el sector publicitario (allá por el 98
crearon un rinoceronte que se mostraba especialmente cariñoso con una Renault
Kangoo).
Pero uno de los momentos culminantes y más entrañables de la
charla ha llegado cuando Colin nos ha mostrado algunas valiosas piezas de su
colección privada; entre ellas un ejemplar original de la cabeza del
come-piedras de “La historia interminable”, película con la que, como no podía
ser de otra forma, el festival clausura su octava edición.
Durante la tanda de pregunta ha sido inevitable afrontar el
eterno debate de “efectos artesanales vs efectos digitales”. Obviamente, Colin
se ha mostrado afín a aquellos que ocupan su profesión, si bien reconoce que
algunas películas como la reciente “Avatar” se han acercado bastante a la hora de lograr transmitir el realismo
que sólo algo que es real y tangible es capaz (llamémoslo “alma”, o como cada
uno desee).
También ha quedado patente la escasa relación que tuvo con
algunos de los directores con los que trabajó. Poco ha podido contarnos Colin
sobre Stanley Kubrick o John Millius, con quienes tuvo un contacto reducido a
lo estrictamente profesional, lo que de algún modo evidencia cuán alejados
están a veces estos artistas de quiénes manejan el timón, pese a estar todos en
el mismo barco. Y es que a estos “obreros de la magia del cine” no siempre se
les brinda la importancia y reconocimiento que merecen. Ni tan siquiera dentro
de la industria. Por suerte, para eso están los premios y, sobre todo, los
festivales, marcos de incomparable valor que posibilitan el acercar a estos
maestros del cine a aquellos a quienes su obra ha maravillado, y así poder transmitirles
en vivo y en directo nuestra profunda admiración y nuestro más sincero y agradecimiento.
Y es que eso, muchas veces, vale más que todos los premios del mundo juntos.
*Cryptshow Festival es un festival independiente que nace en
2007 en Sant Adrià del Besós, y que poco a poco ha ido creciendo y ganando
adeptos. Un punto de encuentro para aficionados al fantástico y al terror que anualmente
se congregan para asistir a la proyección de una variada selección de
cortometrajes y películas, así como para disfrutar de sus distintas actividades
(clases magistrales, conferencias, exposiciones, retrospectivas, etc.)
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