El mundo del cómic se ha convertido en un gran filón que explotar en Hollywood. Además de las incesantes películas de superhéroes que se dan cita en nuestras carteleras año tras año (y las que están por llegar…), no son pocos los cómics y/o novelas gráficas de variada temática que terminan siendo adaptados a la gran pantalla. Y aunque no siempre los resultados sean satisfactorios, lo cierto es que debido a la imperante falta de ideas que existe hoy día en la industria cinematográfica (americana, concretamente), no es un mal recurso buscar ideas en otros formatos, además de los ya conocidos (novelas o videojuegos, por ejemplo)
La variedad de géneros es amplia, y eso implica que la procedencia de la historia sea lo de menos. Lo que importa es que el paso de la viñeta al fotograma no se resienta demasiado, y que una trama que funciona en papel, pueda funcionar también como película para el disfrute de los espectadores ajenos o no al formato original (que sea necesario conocer el cómic para entender o disfrutar de la adaptación, es un erróneo punto de partida)
Como fan incondicional de la ciencia-ficción y de Bruce Willis (actor infravalorado donde los haya), no podía dejar de ver “Surrogates”, una película basada en una miniserie de cinco cómics escrita y dibujada por Robert Venditti y Brett Weldele respectivamente. No obstante, el tráiler no me entusiasmó demasiado y el trío responsable de la adaptación, el director y los guionistas de la inefable “Terminator 3: La rebelión de las máquinas”, no me producía confianza alguna. Para colmo, el cúmulo de malas críticas que ha estado recibiendo tras su reciente estreno, terminaban de confirmar mis malos augurios.
Sin embargo, este fin de semana tocaba sesión de cine sí o sí, y a falta de mejores alternativas, la cinta del tito Willis ha sido quién se ha llevado mi dinerito.
Surrogates, traducida aquí como “Los Sustitutos”, versa sobre un futuro en donde los humanos viven aislados en sus casas interactuando con el mundo real a través de unos robots conocidos como “sustitutos/surrogates”. Estas máquinas les permiten una vida acomodada y segura, libre de daños, enfermedades, etc., y mediante las cuales pueden darse a conocer al mundo exterior con la apariencia que deseen (la mayoría de veces idealizada a través de bellos físicos)
Pero no todos están a favor de vivir de dicha forma, y por ello existen zonas en las que la gente sigue viviendo como antaño, rechazando vivir y sentir a través de frías máquinas, y luchando por conseguir erradicar los surrogates de la sociedad.
Cuando un par de sustitutos son “acribillados” en la calle, muriendo también sus controladores, se disparan todas las alarmas, más cuando uno de ellos era el hijo del creador de dichos robots. La investigación del caso corre a cargo de dos agentes del FBI, Tom Greer (Willis) y Peters (Radha Mitchell). Ambos tratarán de encontrar al culpable de dicho asesinato, y sobre todo, de encontrar el arma que es capaz de matar a la gente a través de su sustituto.
Desgraciadamente, el asunto se complica cuando el sustituto de Tom queda fuera de combate, viéndose el agente obligado a salir de casa y seguir las pistas como un humano cualquiera y con la vulnerabilidad que eso conlleva.
Debo decir que no he leído los cómics de Venditti y Weldele, con lo cual no puedo juzgar la fidelidad con la que se ha tratado esta adaptación. Pero eso no me impide afirmar que la idea argumental de la que parte la historia es muy buena, dentro del ámbito de la ci-fi, pero dando la sensación que no se han sabido explotar todas sus posibilidades, no al menos en su versión cinematográfica.
El tema de vivir a través de máquinas que interactúan por nosotros, y que a excepción de alimentarnos, dormir u otras necesidades fisiológicas, ejercen como nuestro propio yo en el mundo exterior en todo lo que supone nuestra vida diaria, es realmente muy interesante y no tan lejano a una realidad que hoy día vivimos. Programas como “Second life”, en la que el usuario hace vida (ficticia) a través de un avatar creado a su gusto para que le represente; o el propio internet en sí mismo, mediante el cual nos movemos bajo una identidad que puede corresponder o no con nuestra verdadera personalidad, son claros ejemplos de que cada vez más nos relacionamos a través de la tecnología.
La película, y por consiguiente, imagino que también la novela, es una especie de crítica a ese modo de vida pero llevado a un extremo; presentándonos un mundo en el que, como personas, no somos más que controladores de un “yo” artificial y adulterado con el que creemos vivir a salvo y felices (los índices de violencia se reducen, así como el crimen o las enfermedades venéreas)
El personaje de Willis es el prisma más o menos neutral a través del cual percibimos esa sociedad mecanizada. Y son sus ansias por volver a sentir por sí mismo y no a través de un robot, lo que nos hace dudar si esa evolución tecnológica nos lleva por un buen camino o no.
Ahora bien, centrándonos ya en términos estrictamente cinematográficos, cabe decir que la película, además de no aprovechar del todo las posibilidades que ofrece un planteamiento de estas características, tampoco funciona como producto de entretenimiento que es o pretende ser.
Para empezar, la trama policial es muy previsible, sabiendo en todo momento quién es el bueno y quién es el malo, por lo que el supuesto suspense que debería ofrecer dicha investigación se va al garete. Además, todo está resuelto de forma muy precipitada, y los pocos golpes de efectos (referentes al personaje de “El profeta” o los planes del “villano”), no terminan de satisfacer al espectador. Así pues, la parte de thriller queda algo desangelada respecto a una intriga que podía haber dado más de sí, colocando y uniendo mejor las diferentes partes del entramado.
Como vehículo de puro entretenimiento, es aún más decepcionante si cabe, puesto que las escenas de acción no sólo son escasas, algo que podría perdonarse si el resto tuviera algo más de chicha, , sino que además son realmente insulsas, y hasta en algunos casos, incluso cutres (esos super saltos que se pegan los sustitutos son algo cantosos para un blockbuster de este tipo)
Del buen hacer de Mostow en cuanto a planificación y rodaje de secuencias de acción se refiere, visto ya en anteriores films (lo poco rescatable de su secuela de Terminator son, precisamente, las secuencias más trepidantes) aquí no hay ni rastro. Lo poco que ofrece el director es poco vistoso y redundante.
Con semejante percal, el siempre eficiente Bruce Willis no puede hacer otra cosa que cumplir con la papeleta y hacernos más digerible este batiburrillo de películas de ci-fi ya vistas (Yo, Robot, Terminator y otras tantas pasadas por el túrmix). Y es que su personaje, al que se le intenta sin éxito dar cierta carga dramática, es lo único realmente rescatable de esta frustrada producción (la decisión que toma al final me recordó irremediablemente a la que toma Serpiente Plissken en los últimos minutos de “2013: Rescate en L.A.”)
Del resto del reparto poco hay que decir, salvo que el gran James Cromwell está bastante desaprovechado y que a Ving Rhames le ha tocado desempañar un rol un tanto ridículo. En cuanto a los otros personajes, estos podrían haber sido interpretados por cualquier otro grupo de actores y actrices, sin que el resultado se hubiera visto afectado en lo más mínimo.
“Los sustitutos” es otra de esas películas con un buen planteamiento altamente desaprovechado, cuyos resultados dejan bastante que desear en cualquiera de los géneros que pretende abarcar. Para los más transigentes, quizás pueda ser un pasable entretenimiento para una tarde aburrida, gracias sobre todo a la presencia de Willis, pero para los que veíamos aquí una de ci-fi con potencial para permanecer en el recuerdo, no podemos sino sentirnos algo engañados y decepcionados (del –inexistente- traje a lo James Bond que luce Willis en el cartel, mejor no comento nada)
Jonathan Mostow empezó con buen pie en el mundillo con apreciables cintas como “Breakdown” y “U-571”, pero se unión por segunda vez con este par de guionistas (perpetradores, además, de engendros como Catwoman), ha vuelto a jugar en su contra, y esta vez ni la acción salva su pobre dirección.