miércoles, 24 de septiembre de 2008

"The Mutant Chronicles" (2008) - Simon Hunter


Basada en un juego de rol llamado “Mutant Chronicles”, la cinta de Simon Hunter parece tener un camino difícil hasta las carteleras de los cines, tanto de un lado del charco como del otro. Con, de momento, una distribución limitada en Russia, “The Mutant Chronicles” tiene serias posibilidades de terminar directa al dvd; lugar que, una vez vista la película, reconozco que es el que merece.


En el año 2707 y tras derrotar y sellar bajo tierra a una poderosa raza alienígena invasora, el mundo está controlado por cuatro grandes corporaciones -Mishima, Bauhaus, Imperial y Capitol- que luchan entre sí por los pocos recursos existentes en la Tierra. Durante una de las batallas entre dos de los bandos, se crea un agujero en la tierra y los invasores, unas máquinas que con su tecnología convierten a los humanos en mutantes, vuelven a tener vía libre y sus monstruosas criaturas emergen a la superficie para sembrar el caos y exterminar a lo que queda de raza humana.

Ante tal catástrofe, las corporaciones deciden hacer un frente común y mandar a un pelotón de valientes (y suicidas) soldados para solucionar el problema. Su misión consistirá en adentrarse en lo más profundo de la guarida de los mutantes y una vez allí, siguiendo las instrucciones de un legendario libro profético, destruir la maquinaria alienígena de una vez por todas.


Sin duda, la sinopsis resulta de lo más atractiva para todo amante del género, pero desgraciadamente los resultados no acompañan demasiado.

El mayor problema de este cinta y uno de los principales obstáculos para disfrutarla, es su cutrez visual. Decantándose por una estética tipo “300” o, aún más similar, “Sky Captain y el mundo de mañana” (toda una pionera en esta técnica), Hunter pretende sacarle provecho a su ajustado presupuesto. Sin embargo, el efecto es el contrario, pues los medios tecnológicos con los que cuenta son risibles y por consiguiente, los abundantes (demasiados) efectos digitales que acumula la cinta resultan ser verdaderamente lamentables. Desde lo cantoso de la inclusión de los personajes reales en los fondos digitales, hasta los chapuceros efectos de explosiones, tiroteos y salpicaduras de sangre.

Viendo que los recursos no dan más de sí, el error ha sido explotar demasiado el terreno digital, pudiendo cubrir muchos de esos efectos especiales de manera artesanal, con trucajes fotográficos y demás, que de seguro hubieran dado mejores resultados.
Algo tan simple como los disparos de las ametralladoras o las explosiones, se podría haber resuelto sin el uso del ordenador, pero encaprichado con él, Hunter termina dando a su producto no ya un aspecto a serie B (que un servidor hubiera agradecido sin objeciones) sino más bien a serie Z.

A estos mediocres fx hay que añadirle la torpeza del director en según qué secuencias. Mientras que en los momentos intermedios (diálogos, paseos, tiempos muertos y demás) Hunter se maneja con corrección, realizando incluso travellings y panorámicas atractivas; cuando toca rodar las escenas de acción, éstas se resuelven de forma muy confusa y el espectador apenas distingue lo que está sucediendo ante sus ojos. Y en una película donde estas secuencias son parte primordial para el disfrute del público, resulta nefasto convertirlas en batiburrillos oscuros y espasmódicos.

Tampoco el guión es como para tirar cohetes. La historia es simple y lineal, lo cuál no supone ningún defecto importante para el tipo de entretenimiento que es, pero los personajes son tan planos y esquemáticos que el reparto apenas puede hacer nada para hacerlos más interesantes.


Los puntos a favor para los que gustamos de este tipo de películas, residen sobretodo en su conseguida estética steampunk (aunque luego los efectos la desmerezcan un poco) y en el añadido de los feroces mutantes, unas bestias -correctamente caracterizadas- que en lugar de manos tienen una especie de afiladas cuchillas con las que despedazan a sus víctimas. Cada vez que hacen acto de presencia animan un poco el cotarro, pero como ya he comentado antes, la torpeza en la filmación impide que los ataques sean más disfrutables.

De entre todo el reparto, destacan dos actores que ya han demostrado sobradamente su solvencia en películas de género. Me refiero, por supuesto, a Thomas Jane y a Ron Perlman. Son los únicos (junto a un esporádico Sean Pertwee) que ofrecen unas interpretaciones competentes dadas las circunstancias, mientras que el resto ni fu ni fa. De John Malkovich olvidaros, pues su presencia es más bien anecdótica, limitándose a aparecer en pantalla alrededor de unos 5 minutos.


En resumidas, The Mutant Chronicles” se queda en un subproducto demasiado mediocre en muchos aspectos (sobretodo en el visual, a excepción de su fotografía) como para dejar huella en un servidor. A su favor tiene que se hace entretenida pese a las citadas carencias, pero el prometedor y potencial argumento que Simon Hunter tenía entre manos merecía mucho más, y explotarlo con tan pocos recursos y tan poca habilidad y gracia, ha jugado muy en su/nuestra contra. Estoy seguro que con un mayor presupuesto y con un guión más pulido, el resultado hubiera mejorado enormemente, aún contando con el mismo director.

Llegue o no a nuestras carteleras, no le auguro mucha aceptación entre el público. Y no, no está destinada a ser una película de culto, como alguien podría llegar a pensar.

Valoración personal:


sábado, 20 de septiembre de 2008

"Viaje al centro de la Tierra" (1959) - Henry Levin


Aprovechando el paso por nuestras carteleras de una reciente y familiar versión de la novela “Journey to the Center of the Earth” de Julio Verne, conviene echar la vista atrás y recordar esa entrañable adaptación que llevó a cabo, en 1959, Henry Levin (Genghis Kahn, El hombre de Colorado)

Tras el éxito más que merecido de la fantástica “20.000 leguas de viaje submarino” de Richard Fleischer bajo el amparo de la Disney, la 20th Century Fox decidió llevar a la gran pantalla también otra de las novelas más destacadas del autor. “Viaje al centro de la Tierra”, que ya había sido adaptada a principios de siglo en sus correspondientes versiones mudas, se beneficiaba en aquel momento del formato CinemaScope y de un gran presupuesto invertido en cuidados y coloristas decorados. Tras las cámaras, el eficiente Levin y delante de ellas un respetable reparto encabezado por el británico James Mason, que precisamente había encarnado al Capitán Nemo en la citada cinta de Fleischer.


El profesor Lidenbrock, toda una celebridad en su país natal, hace un increíble descubrimiento gracias a una roca volcánica que le regala Alec, uno de sus aventajados alumnos y prometido de su sobrina. En su interior se encuentra una pieza que formaba parte del equipo utilizado por el científico Arne Saknussem en su viaje al supuesto centro de la Tierra. La roca, al ser encontrada a millones de kilómetros del lugar dónde Saknussem inició su viaje, da a entender al profesor que el científico llegó hasta el mismísimo centro de la Tierra. Por ello y junto a su futuro sobrino, Lindenbrock decide llevar a cabo su propio viaje con tal de demostrar (o bien desmentir) que realmente existe algo más allá de debajo de nuestros pies.

Pero ellos no serán los únicos detrás del preciado descubrimiento. Un Conde descendiente de Saknussem les seguirá la pista para llevarse todo los méritos en el caso de que el centro de la Tierra exista como tal. Así que a los peligros que Alec, Lindenbrock y sus acompañantes deban enfrentarse en las entrañas del planeta, se les sumarán las trampas y jugarretas que el Conde les tenga preparadas.


Lo más destacable de este film es la recreación del interior de la Tierra y sus diferentes ambientes, además de unos competentes efectos especiales. Hoy en día, estos efectos pueden antojársenos un poco desfasados y los decorados parecernos muy de cartón piedra, pero eso no le resta encanto a esta entretenida producción.


Primando por encima de todo está la aventura pura y dura, y los personajes, justamente descritos, cumplen cada uno con el rol a desempeñar.
Alec es el fiel acompañante, algo despistado pero de buena fe, y el profesor Lindenbrock es el sabio cascarrabias al que le gusta mandar y tener siempre la razón. A estos se le añade el forzudo Hans, que supone la parte física del grupo, y Carla Goteborg, que hace de contrapunto al profesor, con el que mantiene algunas de las conversaciones más simpáticas -por la guerra de sexos establecida entre ellos- de toda la película.

Al rival de nuestros protagonistas, el Conde Sanknussem, quizás le falte algo de carácter intimidatorio, pero su personaje es vital para darle la contra a los héroes de la historia.

Dentro del reparto habría que destacar positivamente al trío principal, James Mason (Lindenbrock), Arlene Dahl (Carla) y Pat Boone (Alec). Mientras que a Peter Jonson (Hans) se le debe perdonar su inexperiencia, ya que a parte de ser su primera y única película como actor, su verdadera profesión era la de atleta (participó en los Juegos Olímpicos de Roma de 1960, compitiendo en los 110 metros valla)
Mención aparte merece la mascota del propio Hans, el divertido pato que apenas sufre las elevadas temperaturas del lugar ni la falta de oxígeno.

La dirección de Levin es bastante funcional, y quizás se le echa en falta un ritmo más acelerado y frenético que le dé algo de esa garra de la que carece la película. No obstante, las dos horas de metraje se hacen muy amenas dado que en todo momento ocurre algo que pone en alerta a nuestros exploradores -y a nosotros los espectadores-, bien sea una avalancha de agua, un terremoto subterráneo o unos lagartos prehistóricos (aquí usando lagartos reales con una aleta postiza incrustada en la espalda, en vez del habitual stop-motion con figuras de arcilla)

Obviamente, la rigurosidad científica es escasa, pero eso es algo que no tenemos demasiado en cuenta tratándose de un film cuyas únicas pretensiones son las de hacernos pasar un rato agradable frente a la pantalla.

Aunque el material con el que se cuenta, la obra de Verne, daba para mucho más, esta versión de “Viaje al centro de la Tierra” es de momento una de las mejores -sino la mejor- realizadas hasta la fecha. Una puesta en escena imaginativa y un efectivo reparto para un disfrutable –aunque ingenuo- entretenimiento con sabor añejo.


Valoración personal:

jueves, 11 de septiembre de 2008

"Cronos" (1993) - Guillermo Del Toro


Empezó como encargado de efectos especiales en la serie “La hora marcada” (un Twilight Zone a la mexicana) dirigiendo incluso algunos de sus capítulos. Prosiguió realizando cortometrajes hasta finales de los ochenta, cuando se estrenó como director de largometrajes para televisión. Y no fue hasta 1993 que Guillermo Del Toro, ahora reconocido mundialmente tras su exitosa “El laberinto del Fauno”, debutó en la gran pantalla con una extraña película, “Cronos”.


En el siglo XVI, un habilidoso alquimista creó un artefacto –Cronos- en cuyo interior se encontraba un insecto bebedor de sangre capaz de otorgar la vida eterna a aquél que lo poseyera. Con el paso de los años y tras la muerte del alquimista, dicho artefacto se perdió y entró a formar parte del mundo de los mitos.

En la actualidad, un viejo moribundo y su incrédulo sobrino andan tras el citado Cronos para que éste cure su enfermedad y le dé la vida eterna. Su búsqueda les lleva hasta la tienda de un viejo anticuario, Jesús Gris, quién una vez ha entra en contacto con el poderoso objeto no estará dispuesto a deshacerse de él.

Poco a poco, Gris sucumbe ante Cronos. Su rejuvenecimiento le costará un precio muy alto y tendrá que decidir si realmente está dispuesto a pagarlo.


En esta primeriza cinta, ya se notan algunas de las constantes que identificarán el cine de Del Toro, como son la presencia de insectos o los elementos fantásticos permanentes en sus historias.
Gracias a la fotografía de Guillermo Navarro, la cinta obtiene un aspecto sombrío y opresivo, algo que utiliza el director para acrecentar la tragedia de nuestro protagonista.

El primer contacto de Jesús con Cronos es accidental, pero a partir de ese momento algo le ata a ese misterioso objeto. Poco a poco nuestro protagonista va sucumbiendo al poder absorbente de Cronos. Pero el regalo que éste le ofrece tiene un precio, y para ganarse la vida eterna, Jesús tiene que alimentarse de sangre. Primero lo hace de forma instintiva, pero pronto se da cuenta que esa sed no va a terminar nunca y que deberá saciarse día tras día si quiere seguir rejuveneciendo como hasta ahora.
Los espectadores de esta rápida transformación son el viejo moribundo De La Guardia y su sobrino Ángel, (deseosos de poseer el mágico objeto) y la nieta de Jesús, que preocupada por su abuelo, decide esconder el “objeto de su mal”.


Del Toro ofrece una especie de revisión del mito vampírico manteniendo algunas de las señas de identidad de éste, como el temor a la luz o la muerte por estaca (o cualquier otro objeto punzante clavado en el corazón) Pero pese a esa terrorífica condición, el mexicano nos presenta a su personaje como una víctima. Una persona normal y corriente que termina sometida a un endiablado instrumento que le está transformando en un monstruo, aunque eso no se aprecie en el exterior (su apariencia es tan apacible como siempre, aunque ahora es más joven)

El siempre impecable Federico Luppi lleva sobre sus hombros el peso de toda la película, y no hay duda que consigue captar la esencia del personaje escrito por Del Toro. En esta trágica historia le acompaña también alguien que con el tiempo se convertirá en actor fetiche del director. Ese no es otro que Ron Perlman, que hace de su personaje tanto un tipo amenazador cuando va a la caza de Cronos, como débil cuando debe soportar la crueldad de su tío, plasmada ésta en constantes gritos y golpes.

Quizás el mayor problema de la cinta radique en una dirección excesivamente pausada, pues llega un momento en que el ritmo se resiente un poco y se hace un tanto tediosa. Tampoco el carácter de la historia está bien definido, ya que ese toque trágico y decante que el mexicano le quiere otorgar a la historia se pierde en algunos momentos debido al inapropiado uso de un humor un tanto desvirtuador, que aunque no molesta e incluso puede resultar simpático (o agradecido, según el espectador), parece que no termina de encajar con el relato que se nos está contando.
A pesar de estos defectos, perdonables en una ópera primera de estas características, la historia queda solventada por una notable puesta en escena y un actor entregado a la causa, aunque el resto de personajes no estén completamente definidos.

Por tanto, estamos ante un curioso y sugestivo debut que se sigue con cierto interés, aunque no termina de impactar ni emocionar al espectador como su director realmente pretende. Hay cierta frialdad en el relato y en el tratamiento de los personajes. Por ello, aunque la historia sea buena, el resultado, si bien correctísimo, tampoco deslumbra, aunque parece que hay cierta tendencia a ensalzar ésta ópera prima por la fama y el prestigio del que goza ahora su autor, si bien debo añadir que en su momento también se llevó unos cuantos premios (entre ellos, el de Mejor Guión en el Festival de Sitges)


Valoración personal: