
En Pixar además, se procura llegar al alma del espectador sin necesidad de recurrir a fórmulas facilonas o recursos ya conocidos, y Wall-E es el perfecto ejemplo de ello.
Con su nueva trabajo, la productora ha conseguido superarse, creando una película que destila encanto e imaginación en cada uno de sus fotogramas y sin apenas usar diálogos. Esto último puede echar para atrás a muchos espectadores, pero debo advertir que sería un grave error perderse esta joyita por culpa de unos prejuicios tan absurdos.
No hay duda que es una apuesta arriesgada, pero eso no implica que se haga dificil de ver para el espectador común, sino todo lo contrario, pues resulta imposible imaginar que su ternura y su trasfondo crítico/reflexivo no encandilen hasta el más incrédulo.
Cerca del siglo XXII, la Tierra no es más que un vertedero inmenso en el que no hay apenas rastro de vida y sí toneladas y toneladas de basura.
WALL·E (Waste Allocation Load Lifter Earth-Class) es un modelo de robot cuya misión no es otra que limpiar toda esa porquería para hacer de la Tierra un lugar, de nuevo, habitable. Tal es la cantidad de escombros que la tarea de los robots parece interminable, y conforme han ido pasando los años (cientos y cientos de años), tan sólo ha quedado un sólo robot en pie.
Este último ejemplar de la serie WALL·E ha terminado por desarrollar, con el paso del tiempo, características y sentimientos humanos tales como la curiosidad, el miedo, la ilusión o la añoranza. Aún así, WALL·E sigue realizando sus habituales tareas de limpieza, pero además recolecta y colecciona objetos, escucha música, vé películas y hasta ha hecho amistad con un pequeño insecto. Pese a eso, nota que le falta algo, y es que en la inmensidad del planeta, a nuestro simpático robotito le invade un inevitable sentimiento de soledad.
Todo cambia con el inesperado aterrizaje de una enorme nave de cuyo interior sale una robot sumamente avanzada, de nombre EVE (Extraterrestrial Vegetation Evaluator), que WALL·E nunca antes había visto. El temor pero también la curiosiad ante lo desconocido, hace que finalmente ambos robots acaben relacionándose entre sí, cimentando lo que parece el inicio de una bonita amistad. Aunque para WALL·E, más que amistad, lo suyo ha sido un flechazo a primera vista.
Sin embargo, una vez cumplida la misión de EVE (no desvelaré cuál), ésta es recogida de nuevo por la nave nodriza, por lo que nuestro metálico protagonista no dudará ni un momento en subirse a la nave para estar con su nueva amiga, embarcándose así en una pequeña odisea por el espacio exterior en busca del amor que siempre ha buscado y que parece que por fín ha encontrado (que bonito me ha quedado eso)

Podríamos decir que la película se divide en dos partes claramente diferenciadas. Por un lado, tenemos un primer tramo que funciona a modo de presentación de los protagonistas principales y en la que apenas hay diálogos. Este primera parte nos permite conocer las inquietudes del simpático WALL·E, un robot cuyo aspecto nos recuerda irremediablemente al Johnny 5 de “Cortocircuito”. Por si el afable aspecto no fuera sufciente, además éste se comporta de tal forma que es imposible no encariñarte de él. Sus gestos, su forma de interactuar con otros personajes, su estilo de vida y el como afronta ciertas situaciones hacen de WALL·E un personaje entrañable desde el minuto uno.
Estos primerizos minutos nos permiten observar también el desastroso aspecto que tiene la Tierra desde un visión distópica que cada vez se nos antoja más probable, sobretodo si tenemos en cuenta la degradación/destrucción continua a la que sometemos nuestro querido planeta.
Y para terminar con la presentación tenemos a EVE, cuya misión en la Tierra no ha hecho nada más que empezar. Todo se complicará más de lo debido y la ayuda de su nuevo amigo será indispensable para alcanzar el éxito, pese a ser ella un robot mucho más avanzado y mejor preparado para tales menesteres.

Por lo demás, el resto de la cinta resulta ser una ingeniosa e imaginativa aventura robótica entre WALL·E, EVE y el resto de personajes que van apareciendo en escena.
El elemento que desencadena la trama es casi un macguffin ideado para que nuestros protagonistas se vean enfrascados en una carrera llena de obstáculos en la que, por supuesto, se irán estrechando sus lazos. De su llegada o no a la meta final dependerá el futuro de toda la humanidad.
Además del citado parentesco entre WALL·E y Johnny 5, el film de Pixar no duda en incluir otras referencias cinéfilas que el espectador seguramente reconocerá con facilidad. Entre ellas, un homenaje casi continuo -a lo largo del tramo final- a “2001: una odisea en el espacio” de Kubrick, incluyendo incluso la archiconocida canción “Also sprach Zarathustra” de Richard Strauss; o el parentesco de una escena con el “Titanic” de James Cameron o, si me apurais, con “La aventura del Poseidón”.
A todo esto hay que añadirle un imaginativo diseño de personajes y de ambientes, y una increible capacidad para contarnos tanto con tan poco, siendo lo meramente visual/gestual el motor de la historia. Por no hablar de unas deliciosas canciones (La Vie en Rose de Louis Armstrong, por ejemplo) que a ratos nos acompañan en esta agradable aventura robótica.
Con “WALL·E”, el espectador asiste, ante todo, a una bonita y tierna historia de amor entre dos robots humanizados. Una historia que divierte en unos momentos y emociona en otros, desprendiendo siempre un sabor a clásico atemporal. Una verdadera delicatessen apta para todos los paladares.