jueves, 7 de febrero de 2019

Proyectos: Hot Wheels a la gran pantalla





Si no has jugado nunca con un coche de carreras Hot Wheels, no has tenido infancia. Esto es así.


Hot Wheels es una línea de juguetes de la casa Mattel (los mismos de He-Man y Barbie) que empezó a comercializarse en 1968. Los vehículos, que alcanzaban velocidades de vértigo, fueron presentados al mercado con una tirada inicial de 16 modelos de automóviles de la época, entre los que destacaban un Camaro (el primero de la colección que se puso a la venta), un Ford Mustang, un Corvette o un Cadillac El Dorado.

A lo largo de sus 50 años de historia, la compañía ha ido produciendo más y más modelos, comercializando hasta la actualidad más de 6.000 millones de coches de carreras, destacando algunas colecciones especiales basadas en series de televisión, películas, videojuegos y cómics. Llegaron incluso a fabricar, a tamaño real, el “Darth Car”, un coche inspirado en Darth Vader, el icónico villano de “La Guerra de las Galaxias”, el cual fue presentado en la Comic-Con de 2014.

Con más de 500 millones de coches distribuidos cada año, Hot Wheels® es la marca más vendida del sector del juguete a nivel mundial. 

Ahora, y tras el reciente anuncio de la película basada en la popular muñeca Barbie, Mattel Films, la división cinematográfica de la compañía, junto con Warner Bross. Pictures, ha dado luz a verde a una película de acción real basada en estos populares coches de carreras que tantas horas de diversión nos obsequiaron a muchos de nosotros cuando éramos unos críos.

Ynon Creiz, presidente y CEO de Mattel, ha comentado al respecto:“Estamos entusiasmados de llevar Hot Wheels® al cine y hacerlo de la mano de Warner Bros. Pictures. Mattel Films está viviendo un gran momento a medida que proseguimos ejecutando nuestro compromiso para ofrecer a la audiencia global nuevas formas de experimentar sus marcas preferidas, a la vez que transformamos Mattel en una marca innovadora y de alto valor”.  

Por ahora no hay equipo asignado al proyecto, pero está claro que tanto con esta adaptación como con la de Barbie, para la que sí se ha confirmado a la actriz Margot Robbie para dar vida a la famosa muñeca, Mattel y Warner tienen un posible pelotazo (y franquicia) entre manos.


APUNTE NOSTÁLGICO

Constatino Romero fue el narrador habitual en España de los anuncios para televisión de la marca. He aquí una muestra:




domingo, 11 de noviembre de 2018

Mis fracasos de taquilla favoritos (I): La Isla de las Cabezas Cortadas (Cutthroat Island)



Presupuesto: 98 millones de dólares
Taquilla doméstica: 10 millones de dólares.
Estreno USA: 22 Diciembre 1995
Estreno España: 15 de Enero 1996


Sinopsis: Tras la muerte de su padre, Morgan Adams, capitana del barco pirata Morning Star, emprende la búsqueda de las tres partes en que está dividido el mapa de un fabuloso tesoro. Como el idioma en que está escrito el mapa es latín, Morgan compra un esclavo conocedor del idioma para descifrarlo, William Shaw.

Para conseguir el tesoro Morgan deberá enfrentarse no solo al acoso de la flota británica que trata de erradicar la piratería del Caribe, sino también a su cruel tío, el capitán Dawg, que también ansía el tesoro y que no se detendrá ante nada para conseguirlo, aunque deba acabar con su propia familia.



Comentario:
Mucho antes de que el Capitán Jack Sparrow y la tripulación de la Perla Negra navegaran por el Mar Caribe en busca de tesoros malditos, ya lo hizo Morgan Adams a bordo del Morning Star. Y antes que ella, muchos otros.

Por desgracia, y a diferencia de Sparrow, a Adams la taquilla no le sonrió como debiera, y su incursión en el género quedó relegada al olvido. O peor todavía: ser recordada como uno de los mayores fiascos de taquilla de la historia, dudoso honor que comparte junto a la “Cleopatra” de Mankiewicz o “La puerta del cielo” de Cimino. Con esta última, para más inri, les une el estigma de ser las culpables de llevar a la bancarrota a su productora (United Artists la una, Carolco la otra).

Lo cierto es que en el caso de “La Isla de las Cabezas Cortadas”, esto último no deja de ser una verdad a medias. Carolco Pictures, la productora fundada por Mario Kassar y Andrew G. Vajna atravesaba ya cierta crisis a principios de la década de los 90, estando a punto de la quiebra en 1992, y probablemente salvándose de ella gracias al enorme éxito de dos títulos clave en su trayectoria: “Terminator 2: el Juicio Final” e “Instinto básico”. Por aquél entonces, Vajna ya se había montado su propio estudio, Cinergi Pictures, quedándose Kassar a los mandos, asumiendo así el control absoluto de la compañía.

¿Pero por qué pendía de un hilo una compañía que cosechaba éxitos desde principios de los ochenta? Básicamente, por su arriesgado sistema de producción basado en la preventa, es decir, financiar las películas a través de la venta previa de derechos a los distribuidores extranjeros. Si la película resultaba ser un éxito, como lo había sido la segunda parte de Rambo (primer título con el que se llevó a cabo esta estrategia), la recompensa era evidente, pero si ésta fracasaba, el daño a las arcas del estudio podía ser catastrófico. Teniendo en cuenta que Carolco invertía ingentes cantidades de dinero en sus grandes superproducciones, y que además pagaba una fortuna a sus intérpretes (Schwarzenegger percibió un salario de 10 millones de dólares más la negociación de un 15% de los beneficios de taquilla por Terminator 2), estaba claro que al primer fiasco sonado, la compañía podía irse a pique.

Aunque películas como “Stargate”, “Soldado Universal” o “Máximo Riesgo” fueran un éxito, la compañía seguía teniendo graves problemas financieros. Sin ir más lejos, para evitar que la polémica rodease al estreno del film de Stallone, tuvo que pagar casi un total de 800 mil dólares a varios escritores que aseguraban que les habían robado la idea del guión de la cinta.



Llegados a este punto, Kassar tenía dos proyectos sobre la mesa para evitar el déficit: uno era una película titulada “Crusade”, acerca de las Cruzadas en Tierra Santa y que dirigiría Paul Verhoeven con la gran estrella taquillera del estudio (y del momento) Arnold Schwarzenegger a la cabeza. Una idea que director y actor habían concebido durante el rodaje de “Desafío total” (otro de los grandes éxitos de Carolco). Presupuestada en 100 millones de dólares, parecía ser una apuesta segura, tanto por el director como por su protagonista y las cotas épicas que podían alcanzar de nuevo ambos juntos. Además, se rumoreaba un reparto completado con nombres como los de Robert Duvall, Jennifer Connelly John Turturro, e incluso un pequeño papel Charlton Heston (que terminaría coincidiendo con Arnold en la genial “Mentiras arriesgadas”). Sin embargo, el miedo de Kassar a que el presupuesto inicial se incrementara a lo largo del rodaje, y la negativa de Verhoeven a darle garantías de que eso no ocurriría, llevaron a éste a enterrar el proyecto en el fondo del océano.

Así que la segunda opción fue una película de piratas, un género que llevaba muerto desde hacía décadas, y que Kassar pensó que podría resucitar entregando el proyecto a Renny Harlin, cineasta que venía de saborear las mieles del éxito con “La Jungla 2: Alerta roja” y la citada “Máximo riesgo”, dos títulos que no dudaron en usarse para la promoción de la película. Ya sabéis, el ya clásico “Del director de…”.

Que la última película sobre piratas que pisara unos cines, “Piratas” (1986) de Roman Polanski, se saldara con un sonoro fracaso no amedrantó a Kassar, que dio luz verde a una superproducción cuyos problemas no tardaron en llegar. Apenas unos días antes del inicio de la producción, perdieron a sus tres actores principales; entre ellos Michael Douglas, que vio cómo su papel en el guión se iba recortando cada vez más. Supongo que quedar relegado a secundario en favor de una protagonista femenina (la mujer del director), no le haría mucha gracia a la estrella de Instinto Básico, por lo que abandonó el barco antes de zarpar. Una oportunidad perdida de volver a encontrarnos con el Michael Douglas simpático y entrañable de “Tras el corazón verde” y “La  joya del Nilo”. Su papel, el del picarón ladronzuelo -y mentiroso compulsivo- William Shaw (un trasunto del Errol Flynn más pirata), terminó recayendo –tras varios rechazos- en MatthewModine, quien tras mucha insistencia aceptó el papel sólo con la condición de obtener un salario similar al que iba a percibir su antecesor.

Para el rol protagonista, Harlin encontró a la actriz ideal en su, por aquél entonces, esposa Geena Davis, a quien volvería a dirigir en otro (semi) fracaso de taquilla: “Memoria letal”. Se rumorea que la parejita no se contuvo de caprichitos durante el rodaje, todo a costa del estudio, lo que poquito a poco fue engrosando el presupuesto, cuya cifra alcanzaría los ya conocidos (y perdidos en el fondo del mar) 98 millones de dólares.

Una parte de esos millones, eso sí, se invirtió en la construcción de dos espléndidos barcos pirata a escala real, con un tamaño de 42 m de eslora cada uno, dando lugar a un sed de rodaje de auténtico lujo. Ni corto ni perezoso, Harlin hizo volar en pedazos uno de esos barcos para la emocionante batalla final de la película, lo que sin duda confirió gran realismo a la escena al no recurrir al uso habitual de maquetas. Aunque me imagino a Kassar con los sudores fríos sólo de pensar en si la escena no salía bien a la primera toma… Porque no habría otra toma.


Quien también se quedó en puerto fue el compositor David Arnold (Stargate), cuyo conflicto de agendas con “Independence Day” impidió que abordara la banda sonora con la que ya llevaba unas semanas trabajando, y de cuyas escrituras sacaría provecho finalmente el filme de invasiones alienígenas de Emmerich. Su lugar lo ocupó el más modesto y desconocido John Debney, quien pese a las inquisitivas comparaciones con Arnold (se le tachó de copiar su estilo), orquestró una música fabulosa y absolutamente acorde con el animado espíritu de aventura de la película.

Y es que “La Isla de las Cabezas Cortadas”, como así se bautizó por estos lares (un título deliciosamente rimbombante y mucho más blando que el original “La Isla de los Asesinos”*) era y es una estupenda combinación de humor, acción y romance. Una genuina película de piratas, con sus batallas navales a cañonazos, sus mapas del tesoro, sus islas paradisíacas y sus piratas de poco fiar con sus patas de palo y sus parches en el ojo.
El cine de piratas, que vivió su mayor apogeo en las décadas de los 30 y 40, revivía con todo el esplendor de las nuevas tecnologías, perpetuando así la imagen romántica e idealizada de la piratería que siempre nos ha mostrado Hollywood y que por supuesto poco o nada tenía que ver con la realidad. En ese sentido, es mucho más realista la magnífica y muy recomendable serie de televisión “Black Sails”.

En cualquier caso, ni el público ni la crítica supo apreciarla, condenándola al ostracismo.

Quizás tampoco ayudara la poca promoción que tuvo (seguramente recortada a raíz de los despilfarros de dinero durante el rodaje) ni su fecha de estreno, que si bien las navidades son propicias para el cine de entretenimiento, puede que verano fuera mejor época para una superproducción cuyos protagonistas se pasan la mayor parte del tiempo en alta mar o en playas exóticas.

Y si ya hilamos muy fino, veremos que una cinta de acción con una protagonista femenina rara vez atraía a los espectadores en masa; menos cuando el género estaba abonado de Schwarzeneggers, Stallones, Van Dammes o Willis.


Fuera como fuere, lo cierto es que siempre ha sido muy difícil predecir los movimientos del público. No existe ninguna fórmula para el éxito. Quizás sí puede haber algunas pautas a seguir para por lo menos no andar sobre arenas movedizas, pero que en ningún caso garantizan el triunfo. De ser así, los estudios arrasarían con todas y cada una de sus producciones, cosa que evidentemente no ocurre. Y de poder predecirse el éxito, no existirían los “sleepers”, o lo que es lo mismo, aquellas películas que sorprenden a propios y extraños erigiéndose como triunfadoras cuando nadie apostaba por ellas.

El por qué unas películas fracasan y otras arrasan es, en ocasiones, todo un misterio. Puede que todo se deba a un afortunado o desafortunado cúmulo de circunstancias y/o buenas/malas decisiones, pues no siempre la calidad del producto en sí justifica una cosa u otra. Claro que esto de la “calidad” no deja de ser, también, algo meramente subjetivo. Eso sí, la subjetividad de muchos es la que dicta el hacerse con el tesoro o sucumbir en el intento.

El fracaso de “La Isla de las Cabezas Cortadas” finalmente supuso un duro golpe para la carrera cinematográfica de Modine y Davis, pero sobre todo para el primero, quien ya no logró recuperarse jamás. Davis, ya divorciada de Harlin, encontró una segunda vida en la televisión gracias a la serie “Señora presidenta”. Por su parte, el respiro que le propició el éxito de “Deep Blue Sea” a Harlin fue fugaz, ya que  después terminaría anclado como director de serie B y subproductos de videoclub, a cuál más cochambroso.

Para los que siendo unos enanos fuimos al cine y disfrutamos de lo lindo con ella, “La Isla de las Cabezas Cortadas” es y será siempre un fallido blockbuster a reivindicar.

Mención aparte merece el que quizás sea una de las mejores obras del gran Drew Struzan: un maravilloso cartel que destila aventura en cada pincelada. Un trabajo que además llegó en una época en la que el montaje fotográfico ya empezaba a comerle todo el terreno al cartel ilustrado.


*Diría que “Cutthroat Island” también podría traducirse como “La Isla de las Gargantas Degolladas” o algo así, ya que “throat” significa “garganta”. Además, tendría un doble sentido, ya que para acceder al tesoro, Morgan y Shaw tienen que descender por la profunda “garganta” de la cueva tal y como sugieren las indicaciones cifradas del mapa.

domingo, 21 de octubre de 2018

“Final Score” (2018) – Scott Mann


Sinopsis: Tras el ataque de un grupo terrorista fuertemente armado en un popular evento deportivo, Michael Knox (Bautista) debe utilizar su entrenamiento militar para salvar a las 35.000 personas que allí se dan cita. Entre ellas se encuentra la hija de un antiguo compañero de armas caído en acción, un hecho que implica personalmente a Knox en el rescate.

Comentario:

En el mes de julio, a raíz del estreno de “Skyscraper”, publiqué un artículo/ranking sobre algunos de los mejores títulos que reciclaron la fórmula de la magnífica e inigualable “Jungla de cristal” (Die Hard, 1989).Una premisa, la del héroe casual enfrentándose en solitario a un puñado de terroristas, que como vimos podía funcionar tanto en un moderno rascacielos como en un acorazado de la marina o un avión de pasajeros, entre otros emplazamientos.

Pues bien, parece ser que los sucedáneos han vuelto a ponerse de moda. Si Dwayne Johnson conseguía su propia versión -con elemento catastrofista incorporado-, ¿por qué no iba a tenerla Dave Bautista? Aunque el exluchador de la WWE no goza ni del carisma ni del estatus de estrella que sí posee “La Roca”, lo cierto es que no le falta trabajo en esto del cine, aunque sea a base de ir alternando grandes superproducciones (Guardianes de la Galaxia, Blade Runner 2049, Spectre…) con otras de más bajo presupuesto (Bushwick, Kickboxer: la venganza, Escape Plan 2…). “Final Score” pertenecería a esa segunda categoría: cine de entretenimiento destinado al mercado doméstico y no a las grandes salas; lo que antaño calificábamos como “películas de videoclub” (a menudo, con connotaciones despectivas).

En esta ocasión, la fórmula Die Hard sitúa a nuestro héroe casual en un estadio de fútbol londinense, lugar al que acude junto a su “sobrina” (las comillas son porque no les une exactamente un vínculo de sangre) para presenciar lo que suponemos –aquí un servidor no tiene ni la más remota idea de fútbol- es el derbi del año (algo así como un Barça-Madrid a la inglesa). Por supuesto, la mala fortuna quiere que dicho estadio termine en manos de unos terroristas que, para alegría de los nostálgicos ochenteros, son de origen ruso. Y es que hubo una época (durante y después de la Guerra Fría) en la que los rusos se convirtieron en los “malos” favoritos de Hollywood, y su presencia  como villanos en las películas de acción era casi casi obligatoria.


Estos terroristas, capitaneados por el actor Ray Stevenson, toman el control del lugar con un propósito muy concreto que conoceremos más adelante (y que tiene que ver con el personaje que interpreta Pierce Brosnan). De no lograr su objetivo, amenazan con hacer estallar el estadio empleando los explosivos C-4 que han dispuesto justo debajo de las gradas. Por supuesto, nuestro protagonista, que posee entrenamiento militar, no está dispuesto a que eso ocurra, así que plantará cara a los terroristas arriesgando el pellejo con tal de salvar la vida de su sobrina y la de otros 35.000 aficionados congregados en dicho estadio.

Con semejante premisa, “Final score” es tan deudora de “Jungla de Cristal” como de “Muerte súbita”, aquella en la que Van Damme se veía envuelto en un pifostio similar, sólo que en un estadio de hockey. Ya no sólo por la temática deportiva y alguna que otra secuencia de parecido más que razonable (la pelea en la cocina con aceites ardientes o el salto al vacío), sino también por el componente familiar. Si al belga le tocaba salvar a su hija pequeña, a Bautista le toca rescatar a su sobrina adolescente. Aunque a decir verdad, dicho componente familiar ha estado ya presente en casi todas las entregas del detective John McClane, así como en algunos de sus refritos (Alerta Máxima 2, Asalto al poder o la más reciente Skyscraper hacen uso de ello).

Lamentablemente, la cinta dirigida por Scott Mann (autor de la estimable “El gran torneo”) está a años luz no sólo del film de McTiernan sino también del de Peter Hyams. Aunque en todo momento resulte entretenida y funcione perfectamente como vehículo de lucimiento para Bautista, en realidad no posee nada que la haga especialmente memorable. Las escenas de acción, si bien son correctas, resultan bastante genéricas. Eso sí, se le agradece que el peso del mercenario/esbirro principal recaiga en una mujer de armas tomar, aunque sea bebiendo directamente de “Jungla de cristal: la venganza”).  

A destacar, también, el personaje de Faisal (Amit Shah), que funciona como alivio humorístico y que protagoniza su gran momento estelar cuando le toca a él solito hacerse cargo de evacuar a los espectadores de una de las gradas.

“Final Score” es, en definitiva, un sucedáneo más de una fórmula más vista que el TeVeo. Cumple con su cometido y poco más.



VALORACIÓN PERSONAL:


domingo, 16 de septiembre de 2018

“Predator” (2018) – Shane Black



Sinopsis oficial (estracto): Ahora, los cazadores más letales del universo son más fuertes, inteligentes y mortales. Está en las manos de un variopinto conjunto de exsoldados y una profesora de biología evolutiva evitar el fin de la raza humana.
 

Comentario:

Indignación. Creo que esa es la palabra que mejor describe la sensación tras contemplar semejante despropósito. Resulta inaudito que alguien que estuvo involucrado en la película original haya sido capaz de perpetrar un guión que, entre otras cosas, echa por tierra toda la mitología predator.

Shane Black, guionista de moda en los 90 gracias a los libretos de películas de acción como “El último Boy Scout”, “El último gran héroe” o la saga al completo de “Arma Letal”, ha sido el encargado de revivir una franquicia que parecía haber tocado fondo con la, pese a todo, estimable “Predators”. Black participó en el elenco de la cinta de McTiernan interpretando al personaje de Hawkins, uno de los miembros del comando de Dutch/Schwarzenegger. En calidad de guionista, se dice que aportó su granito de arena para con su personaje, algo a lo que podemos dar crédito a sabiendas del peculiar sentido del humor que suele impregnar en sus trabajos.

Junto al director/guionista Fred Dekker (“House, una casa alucinante, “El terror llama a su puerta”, “Robocop 3”…) con quien coescribió el clásico ochentero “Una pandilla alucinante”, Black ha construido una secuela directa de las dos primeras entregas, obviando la existencia de la cinta de Nimród Antal. Obviamente, no podían faltar los guiños a aquellas, aunque algunos no muy bien insertados. Por ejemplo, tenemos al hijo de Gary Busey, Jake, interpretando al hijo del personaje al que dio vida su padre en la segunda película, algo a lo que en ningún momento se hace referencia, salvo por la mención de su apellido. Es muy probable que la conexión con el personaje de Peter Keyes se haya quedado en la sala de montaje, así como buen parte del material que, según las malas lenguas, se habría eliminado de la versión final. 

Ignoro si dicho material habría aportado mayor coherencia a una trama cuya premisa es, ya de por sí, lamentable. Digamos que el propósito del Predator en su visita a nuestro planeta es un punto de partida simple y llanamente erróneo. En gran medida, porque va en contra de sus principios, de todo lo que se le supone a los predators. No olvidemos que son cazadores del espacio exterior que viven por y para la caza; seres que viajan de planeta en planeta probando su valía dando caza a lo mejorcito de cada especie. Aunque les veamos pelearse entre ellos, como ocurre en la tercera entrega, su razón de ser es siempre la misma: cazar por diversión. No son alienígenas conquistadores. En el peor de los casos, luchan por su propia supervivencia, aunque eso signifique aliarse con su presa, tal como ocurría en “Alien vs Predator”.

Pero aquí es muy distinto. La razón de su visita destruye todos los principios del personaje; va en contra de todo lo preestablecido y, para colmo, se remata con uno desenlace (la escena final) bochornoso a más no poder, dando pie, para más inri, a la pretensión de continuar y extender este agravio a la saga y a los fans con una segunda parte (la cuarta, cronológicamente hablando, si no contamos los crossovers).


Premisa aparte, lo cierto es que la trama cuenta con una sarta de momentos impropios de la saga y que, en pro del gamberrismo, terminan causando el efecto contrario: la parodia involuntaria.

Las chistes marca de la casa riegan todo el metraje. En ocasiones son graciosos y ayudan a tejer la química y la camadería entre el improvisado e improbable comando protagonista (lo mejor –o lo único rescatable- de la película). Pero en ocasiones, los chistes malos (demasiado malos) parecen sacados de una película de Apatow. Black termina pasándose de la ralla, aglutinando un montón de chascarrillos y lindeces que pasan del buenrollismo más canalla al mal gusto más sonrojante. Y es una lástima, porque cuenta con unos personajes bien paridos; un puñado de “zumbados” sobrados de carisma (líder protagonista incluido) que, cuál doce del patíbulo, deciden plantarle cara a estos feos alienígenas.

En ese sentido, el reparto está pletórico. La química es innegable y pueden mirarle a los ojos al comando de Dutch sin apartar la mirada. Pero Black lo echa todo por tierra con un cúmulo de malas decisiones. Sin ir más lejos, la inclusión de un niño que, con la excusa de su autismo, aprende la tecnología predator en menos de lo que se tarda en abrir una lata de atún. Por no hablar del “perrito predator” convertido en mascota del grupo. En fin, un continuo de sin sentidos que se va acumulando hasta llegar al absurdo final, y que te impiden disfrutar de una película que, planteada de otro modo, habría funcionado de maravilla como entretenimiento.

Es posible que la acción hiperviolenta (al más puro estilo de la vieja escuela) apoyada en el cachondeo y el colegueo de los personajes haga que muchos disfruten de la película. No les voy a culpar, pues por momentos incluso yo la he disfrutado, pero la cinta se hunde por momentos al tiempo que la indignación y frustración crecen cogidas de la mano. El despropósito, en aumento, culmina con un deplorable desenlace que termina de rematar la ya maltratada paciencia del espectador. 

En definitiva, un desastre absoluto en la línea de “Prometheus/Alien: Covenant” o “La jungla: Un buen día para morir”. Si creéis que aquellas malograron un mito de vuestra infancia cinéfila, alejaos de esto como alma que lleva el diablo.


VALORACIÓN PERSONAL: 



domingo, 12 de agosto de 2018

“Megalodón” (2018) – Jon Turtletaub


Sinopsis oficial: Un sumergible de aguas profundas que forma parte de un programa internacional de vigilancia submarina, ha sido atacado por una enorme criatura que se creía extinta. Ahora está averiado en el fondo de la fosa oceánica más profunda del Pacífico con su tripulación atrapada en el interior. El tiempo se acaba y, en contra de los deseos de su hija Suyin (Li Bingbing), un visionario oceanógrafo chino (Winston Chao) contrata a Jonas Taylor (Jason Statham), un especialista en rescate en aguas profundas. Su misión será salvar a la tripulación y también al océano de una amenaza imparable: un tiburón prehistórico de 23 metros conocido con el nombre de Megalodón.


Comentario:

Nada menos que 21 años son los que ha tardado en llegar a la gran pantalla la novela de Steve Alten. Y no es porque no se hubiera intentado antes… De hecho, la idea de llevarla al cine se barajó prácticamente desde el mismo momento en que el libro vio la luz, allá por 1997, con New Line Cinema produciendo y Jan De Bont, por entonces cineasta en alza gracias a las exitosas “Speed” y “Twister”, como director asignado al proyecto. El acuerdo, no obstante, no llegó a buen puerto y pasaron los años hasta que se volvió a hablar de ello. Entretanto, Alten tuvo tiempo de sobra para escribir cuatro secuelas y una precuela de su popular monstruo prehistórico.
A grandes rasgos, “MEG” nos cuenta la historia de un tiburón prehistórico, el cual se creía extinto, que emerge de las profundidades del mar para causar estragos allí por donde pasa. Sólo un grupo de intrépidos y desinteresados héroes puede frenar la feroz carnicería del inmenso escualo.
Por supuesto, ni qué decir que de la entretenida novela de Alten no quedan más que los nombres. Lo cierto es que el fichaje del rompehuesos Statham como protagonista ya vaticinaba por dónde iban a ir los tiros de esta “libérrima” adaptación. A fin de cuentas, ¿quién iba a creerse al musculoso británico en la piel de un experto paleontólogo y biólogo marino? De ahí que dicha profesión se haya cambiado por la más factible “especialista en rescate en aguas profundas”, tal como señala la sinopsis. Éste y otros cambios orientan la trama por cauces muy distintos a los de la novela, convirtiendo a buena parte de la película en una aventura submarina repleta de proezas increíbles.

De todos modos, y lejos de molestarme, creo que resulta interesante contemplar ambas versiones, la literaria y la cinematográfica, como dos formas distintas para un mismo fin: entreternos. Porque lo mismo que es la novela para el lector, lo es la película para el espectador: puro entretenimiento. Y eso admitiendo que la capacidad narrativa y dramática de Alten están muy por encima de la de los guionistas responsables del libreto.


Sin embargo, y dada la promoción que ha precedido al estreno, sorprende la “solemnidad” con la que se ha llevado adelante dicho guión. Es cierto que hay unas cuantas notas de humor repartidas a lo largo y ancho de la cinta, especialmente entre el protagonista y su previsible partenaire, pero en conjunto se la presuponía mucho más gamberra. Y probablemente ese hubiese sido el camino elegido por el director inicialmente propuesto: Eli Roth, quien seguramente nos hubiera regalado un buen festín de casquería. Claro que en vista de la infecta mediocridad de su filmografía, creo que hemos salido ganando con Jon Turtletaub, que no es que tenga una carrera exultante, pero sí es un tipo bastante más pulcro y competente. Digamos que lo que hemos perdido en salvajismo lo hemos ganado en sentido común. Es más, creo que uno de los aciertos más encomiables de la cinta es no mostrar al monstruo hasta bien avanzado el metraje. Y aun así, Turtletaub juega bastante al amago y enseña lo justo del bicho con tal de crear la expectación y tensión deseadas para cada secuencia.

De todos modos, y puestos a saltarse a la torera la novela de Alten, podrían haberle echado un par de narices y cargar el guión con bastante más mala leche. Claro que para una producción que ronda los 130 millones de presupuesto (co-financiados junto a China; de ahí la cantidad de intérpretes asiáticos en el casting), eso supondría un elevado riesgo al que muy pocos productores estarían dispuestos a lanzarse. Como resultado, la “carnicería” que prometían los trailers y los carteles al final, y bajo una clasificación PG13, sabe a poco. Por tanto, la diversión sin complejos no es tanta como quisiéramos. Eso sí, ríete tú de las piruetas de Thomas Jane en “Deep Blue Sea”, que lo que hace aquí Statham no tiene ni punto de comparación.


Dicho esto, como entretenimiento veraniego que es, “Megalodón” es un producto cumplidor: bien empaquetado y servido para su fácil digestión. Obviamente, no resistiría comparación alguna con un clásico como el “Tiburón” de Spielberg, pero al menos no provoca vergüenza ajena como la bochornosa “Piraña 3D” de Alexandre Ajá.



VALORACIÓN PERSONAL:

domingo, 29 de julio de 2018

“Misión imposible: Fallout” (2018) - Christopher McQuarrie


Sinopsis oficial: En ocasiones, hasta las mejores intenciones pueden volverse contra nosotros. En “Misión Imposible:Fallout” nos encontramos a Ethan Hunt (Tom Cruise) y su equipo en el FMI (Alec Baldwin, Simon Pegg, VingRhames), junto con algunos aliados ya conocidos (Rebecca Ferguson, MichelleMonaghan) en una carrera contrarreloj después de una misión fallida.


Comentario:

Parece mentira que hace unos años atrás el estudio planeara el “retiro” de Tom Cruise/Ethan Hunt en favor de un nuevo actor/personaje que aportara sangre nueva a la franquicia. La introducción del agente Brandt (Jeremy Renner) en “Misión imposible: Protocolo fantasma” fue la prueba de fuego que terminó constatando lo evidente: que Cruise/Hunt era es y será la estrella indiscutible e insustituible de la saga. Una saga que a día de hoy sigue más viva que nunca.

Cruise demuestra, una vez más, que es un actor todoterreno. Bien conocida es su, llamémosle,  afición por asumir buena parte de las escenas de riesgo de sus películas, especialmente en las MI, donde éstas son abundantes. Obviamente, y como cualquier otro actor o actriz que se precie, el intérprete tiene sus propios dobles de acción, si bien eso no le impide arriesgar el pellejo -por mucho arnés y cable de seguridad al que vaya sujeto- en más de una ocasión; ya sea colgándose del rascacielos más alto del mundo (el Burj Khalifa de Dubai en MI: Protocolo Fantasma), pegándose al exterior de un avión en pleno despegue (MI: Nación secreta) o pilotando un helicóptero para la espectacular traca final de la entrega presente; secuencias para las que el actor recibió un total de 2000 horas de vuelo en un corto plazo de tiempo.

Por supuesto, Cruise no es superhéroe y tampoco es indestructible. Tarde o temprano su atrevimiento (y la edad) tenía que pasarle factura o, mejor dicho, fractura (chiste malo). Y es que durante el rodaje de una de las presentes persecuciones, éste se rompió el tobillo saltando entre dos edificios. Claro que eso no le impidió seguir rodando, por lo que uno de los puntos más cómicos de la película es que dicho “hostiazo”, lejos de eliminarse y/o quedar para los extras del formato doméstico, está incluido en el montaje final.

De todos modos, y más allá de Cruise (y su brillante equipo de secundarios), hay que reconocer que una de las virtudes de esta sexta parte es su gran sentido del espectáculo sin renunciar nunca al aroma puro y duro del género de espías (más cercano al de Ian Fleming que al de John Le Carré, todo sea dicho).


Cierto es que cada director ha dejado su impronta personal en cada una de las distintas entregas, pero fue la dirigida por Brad Bird la que supuso un punto de inflexión de cara a las venideras. Y es que el humor ha sido, desde entonces y en combinación con la acción imposible de alto octanaje, una de las claves del éxito de las dos últimas propuestas. Algo que, por supuesto, vuelve a repetirse en ésta última, aunque con mucho menos vivacidad. De hecho, se ha recuperado buena parte del carácter dramático entorno a las relaciones amorosas de Ethan Hunt, tema recurrente desde la primera de De Palma a la tercera de Abrams. Precisamente, de esta última recuperamos al personaje de Julia (Michelle Monaghan), (ex)esposa del personaje. Con su aparición, se pone fin a una historia que había quedado algo descolgada.

Por otro lado, Fallout está mucho más ligada a su predecesora (villano incluido), y debido a esa continuidad, nos encontremos de nuevo en la silla de director  -así como en el guión- a Christopher McQuarrie, quién repite con Cruise  por tercera vez tras dirigirle también en la primera entrega de “Jack Reacher”. McQuarrie se muestra todavía más atrevido con las escenas de acción, a sabiendas de que tiene ante él a un reparto que lo dará todo por la película. Pero también maneja muy sabiamente el suspense, la narrativa propia del thriller (con sus giros y golpes de efecto que, por previsibles, no pierden intensidad) y la tensión dramática de varias de las secuencias que completan el emocionante entretenimiento que es “Fallout”.


Además, se afianza la incorporación de Rebecca Ferguson como la agente del MI6 Ilsa Faust, quien ya nos dejó un muy buen sabor de boca en “Nación secreta” y que aquí vuelve a sentirse como una pieza clave del entramado orquestrado por McQuarrie y su co-guionista Bruce Geller. Si Ilsa terminará formando parte del equipo de Hunt (o algo más que eso), el tiempo nos lo dirá. Y es que a esta saga parece quedarle todavía cuerda para rato.



VALORACIÓN PERSONAL:

domingo, 15 de julio de 2018

“Yippie-ki-yay, copiones” - Jungla de Cristal y sus cuatro mejores clones


Este fin de semana se ha estrenado en nuestras salas “El rascacielos” (título original: Skyscraper), la última superproducción del incombustible Dwayne Johnson, una cinta en la que el género de acción y el catastrofista se dan nuevamente de la mano. Un título que ya con el primer tráiler tuvimos bien de clasificar como una mezcla entre “Jungla de cristal” (Die Hard) y “El coloso en llamas” (The Towering Inferno), algo que sus responsables no sólo no han querido ocultar, sino que además han decidido recalcar en algunos de los homenajeadores carteles promocionales de la película (estrategia que nunca sabremos si fue premeditada o a colofón de las comparaciones suscitadas en Internet).


Por supuesto, las demoledoras críticas que ha recibido la susodicha distan mucho de la buena acogida que tuvieron los filmes de McTiernan y Guillermin/Allen, algo que tampoco ha de sorprendernos a tenor del pobre nivel de entretenimiento que suelen ofrecernos las cintas protagonizadas por Johnson. Eso sí, la taquilla parece favorecerle y devolverle siempre la sonrisa, y es que pese a su dudoso criterio cinematográfico, lo cierto es que se trata de un carismático héroe de acción que atrae al público a las salas.  

En cualquier caso, y aunque lo de copiar la premisa de “Jungla de cristal” no sea nada nuevo, (es algo que lleva haciéndose desde que el detective John McClane se presentase al mundo), el caso de “Skyscraper” tiene doble delito, ya que la idea del héroe solitario contra unos terroristas en un edificio en llamas ya se hizo antes. Fue en un telefilme de 1999 titulado “Heaven's fire” y protagonizado por Eric Roberts (¡como el héroe!) y Jürgen Prochnow (el villano, por supuesto). Pero es que ni tan siquiera el uso del título “Skyscraper” es original, puesto que por aquella misma década la desaparecida playmate Anna Nicole Smith protagonizó otro plagio de Die Hard con ese mismo título; un infecto subproducto de acción para el exclusivo lucimiento de las generosas bondades de la exconejita de Playboy.

Pero vayamos al lío.

“Jungla de cristal” es una de las mejores, si no la mejor, película de acción de todos los tiempos.  Y no lo digo sólo yo. El año pasado, incluso, fue seleccionada para su preservación en el National Film Registry, y considerada como “cultural, histórica y estéticamente significativa” por la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos. Ahí es nada.

No han sido pocos los que, a raíz de su éxito, han decidido explotar -con mayor o peor fortuna- la misma fórmula, algo que al otro lado del charco se conoce como “rip-offs” y que en su momento dio lugar a la expresión “Die Hard on a X”, sustituyendo la “X” por la ubicación en la que tuviera lugar la acción la susodicha “copia”. Dicha frase se extendió tanto a los clones más descarados como a aquellas películas que de algún modo sugirieran o recordaran al título de McTiernan. Empecemos con el recuento:

Alerta Máxima (1992): "Die Hard" on a boat”. Siguiendo el patrón americano,  se la calificó por estos lares como "Jungla de cristal a bordo de un barco”. La película fue dirigida por Andrew Davis, quien al año siguiente alcanzaría la gloria (hito que jamás lograría repetir) con la adaptación cinematográfica de “El fugitivo” protagonizada por Harrison Ford.

Fue una de las primeras y más exitosas copias descaradas que surgieron en aquella década, sustituyendo el moderno rascacielos Nakatomi Plaza por el “acorazado más poderoso sobre América” (así rezaba el tráiler de la época), y al carismático Bruce Willis por el hierático Steven Seagal. El oficio de Davis tras la cámara y la presencia de Tommy Lee Jones y Gary Busey como los villanos de turno compensaba la inexpresiva presencia de un reparte-yoyas que por aquél entonces todavía gozaba de cierto estatus de “estrella de acción” (de serie B), logrando con esta película su mayor éxito y el que es, sin lugar a dudas, el mejor título de su atroz filmografía.

Unos años más tarde, y coincidiendo ese mismo 1995 con el estreno de la tercera entrega de la saga de John McClane, se estrenaría una muy mediocre segunda parte, en la que se sustituía el barco de la primera por un tren (¡Die Hard on a train!) también repleto de terroristas. Pese a su más que respetable taquilla, la cinta no hizo más que confirmar el inicio del declive de Seagal.


Pasajero 57 (1992). "Die Hard" in a plane”. La fórmula se repite, esta vez, en un avión. El título hace referencia al asiento que ocupa nuestro protagonista, un agente antiterrorista que viaja en un avión tomado por terroristas en pleno vuelo. Por supuesto, sólo él podrá detenerlos.

Se trata de unos de los títulos más remarcables tanto en la carrera de Wesley Snipes como en la de su director, Kevin Hooks. También convirtió el avión en uno de los escenarios más frecuentados por estos clones, dando lugar a lo que yo llamo “la copia de la copia”.

Y es que si cambiamos un simple avión de pasajeros por el Air Force One, y a un agente antiterrorista por el mismísimo Presidente de los Estados Unidos de América, lo que tenemos es “Air Force One”, título que se estrenó allá por el 96 con Harrison Ford como esforzado presidente haciendo frente a unos terroristas liderados por Gary Oldman. Resultado: una americanada de tomo y lomo. Para algunos, entretenidísima; para otros (servidor incluido), un esperpento que no salvan ni el buen hacer de su reparto ni el de su director Wolfgang Petersen.

Ese mismo año las copias nos llegaron por partida doble. Además de la citada, también se estrenó la no mucho mejor “Decisión crítica”, otro calco de la cinta de Snipes, pero con Kurt Russell en el papel de héroe.

Por aquél entonces, nos la vendieron con el co-protagonismo de Steven Seagal, cuyo jeto acompañaba al de Russell en el cartel de la película. Sin embargo, su personaje palmaba a los 5-10 minutos de película, por lo que los espectadores nos sentimos bastante engañados/estafados. Aunque bien mirado, y pese a la pobre calidad del conjunto, quizás su desaparición la benefició más que perjudicarla.


Muerte súbita (1995). "Die Hard" in a rink”. Todos los héroes de acción aspiran a tener su “Jungla de cristal”, o eso parece, dado que Van Damme también se apuntó a la moda con esta entretenida variante emplazada en un estadio de hockey. La película supuso el reencuentro de la estrella belga con el estadounidense Peter Hyams, cineasta con el que alcanzó una de sus mayores éxitos cinematográficos: Timecop.  Ambas forman parte de sus cintas más espectaculares y que tuvieron mayor impacto/repercusión, junto a “Soldado Universal” de Roland Emmerich. También se encuentra entre uno de los últimos filmes rescatables de Hyams, quién en sus inicios realizó un puñado de títulos bastantes estimables (Atmosfera Cero, sin ir más lejos).


Asalto al poder (2013). "Die Hard" in the White House”. Uno de los últimos coletazos de la fórmula, a mayor gloria de un Channing Tatum que hace unos pocos añitos estaba muy de moda por Hollywood. Esta vez los terroristas asaltan no el Air Force One sino la mismísima Casa Blanca, lo que da pie a que en esta ocasión el héroe cuente con la inestimable ayuda de un compañero de aventuras muy particular: ¡el propio Presidente! Esto la convierte en la variante buddy movie de los clones, al más puro estilo “Jungla de cristal: La venganza”.

Su inclusión en la lista, más por descarte que por derecho propio (del “rey de la destrucción” se esperaba más) responde al hecho de que por copiar, le copiaron a McClane hasta la camiseta de tirantes; y casi casi hasta el nombre (John Cale).

Ese mismo año se estrenó también una película de igual premisa: Objetivo: la Casa Blanca (Olympus Has Fallen), cuya estrella protagonista, Gerard Butler, compensaba de algún modo la sonrojante escasez presupuestaria de la que hacía gala la cinta, algo que tampoco nos hubiera importado demasiado si los guionistas hubieran aprovechado el arrojo de Butler para crear un héroe más carismático. En mi opinión, todo demasiado soso y casposo.

Y es que aunque algunos prefieran ésta en favor de la de Emmerich dado su espíritu de serie B sin complejos (lo que la acercaría más al cine de acción ochentero), no podemos obviar que se trata de un subproducto menor en la filmografía Antoine Fuqua.

Por cierto, que lo de los “títulos clones” en cartelera es algo que ya hemos visto en repetidas ocasiones y que daría para otro artículo (véase Deep Impact vs Armaggedon, Volcano vs Un pueblo llamado Dante’s Peak, Hormigaz vs Bichos, etc). Precisamente este año se estrena “Christopher Robin”, una película centrada en la figura del escritor A. A. Milne, autor de los libros infantiles de Winnie-the-Pooh. Y lo hace muy cerca en el tiempo con otra película muy similar: “Adiós Christopher Robin”. También en este 2018 tendremos “Mowgli”, con apenas dos años de diferencia con respecto a la versión de “El libro de la selva” a cargo de la propia Disney.

Y hasta aquí mi ranking personal de plagios. Cierto es que existen muchos otros títulos que podrían incluirse en el artículo, algunos de ellos estrenados directamente en televisión, pero he querido ceñirme muy estrictamente a la premisa “héroe solitario que, sin comerlo ni beberlo, se mete en un fregao’ de padre y muy señor mío contra un puñado de terroristas”, haciendo quizás una excepción con el filme de Emmerich por lo descarado que resulta su condición de copia.

Es por ello que se quedan fuera Speed (Die Hard on a Bus), ya que es el terrorista el que implica intencionadamente al héroe;  Máximo Riesgo* (Die Hard on a Mountain), aunque el héroe se ve involucrado sin quererlo, no se trata de terroristas sino de ladrones; Pánico en el túnel (Die Hard in a tunnel), también con Stallone, sólo que aquí la comparación fue bastante gratuita, ya que el único enemigo a batir era el agua; La Roca (Die Hard on Alcatraz), aunque se trata de terroristas y la localización es idónea, la presencia de los héroes (Cage y Connery) no es fortuita; Operación: Soldados de juguete (Die Hard in a school), si bien también se trata de terroristas, son un grupo de estudiantes quienes les hacen frente, y no un héroe en solitario (Apunte: sí se trataba de un solo estudiante en Demolition High (1996), título a mayor gloria del ídolo juvenil Corey Haim. Su exclusión del ranking responde a una cuestión meramente de calidad).



* Curiosamente, antes de rodar “Máximo riesgo”, Stallone tenía otro proyecto en cartera descrito como "Die Hard en un huracán", con el fornido actor metido en la piel de un Navy SEAL retirado combatiendo a unos piratas que atacan la costa de Estados Unidos en plena catástrofe climática. La película, cuya premisa  recuerda vagamente a otro recomendable thriller de acción catastrofista, “Hard Rain”, iba a estar dirigida por Renny Harlin.