viernes, 10 de julio de 2015

“Terminator: Genesis” (2015) – Alan Taylor



Sinopsis oficial: Año 2032. La guerra del futuro se está librando y un grupo de rebeldes humanos tiene el sistema de inteligencia artificial Skynet contra las cuerdas. John Connor (Jason Clarke) es el líder de la resistencia, y Kyle Reese (Jai Courtney) es su fiel soldado, criado en las ruinas de una postapocalíptica California. Para salvaguardar el futuro, Connor envía a Reese a 1984 para salvar a su madre, Sarah (Emilia Clarke) de un Terminator programado para matarla con el fin de que no llegue a dar a luz a John. Pero lo que Reese encuentra en el otro lado no es como él esperaba...
 
No hay duda que la primera “Terminator” se ha convertido, con el paso de los años, en un clásico del género, y que su continuación, “Terminator 2: el Juicio Final”, es una secuela ejemplar y uno de los mejores (y revolucionarios) blockbusters de los 90. Pero no todo el mundo es James Cameron, y los intentos por prolongar la saga más allá de las fabulosas entregas de su creador han sido un auténtico desastre. 

Desde la bochornosa “Terminator 3: Rise of the Machines”, en la que nos quisieron endosar un refrito de las anteriores entregas sustituyendo al temible T-1000 por un burdo androide femenino de curvilíneas formas, pasando por la olvidable - aunque entretenida- “Terminator Salvation”, en la que la acción nos situaba en el futuro en plena guerra contra las máquinas. A ésta última habría que reconocerle al menos el intento de ofrecer algo distinto a lo visto anteriormente, ubicando la historia en un escenario  que ansiábamos ver desde la película original: el futuro posapocalíptico en el que John Connor lidera la Resistencia contra las máquinas de Skynet. Claro que el guión era un pifostio de agárrate y no te menees, y ese futuro, con motos-cyborgs y robots gigantes que parecían sacados de la saga Transformers, poco tenía que ver con el futuro concebido por Cameron.

Desde entonces,  los derechos de la franquicia han sufrido un bailoteo constante, pasando de mano en mano sin que nadie supiera qué hacer con ellos. Hasta lo intentaron con una aburrida serie para televisión, “Terminator: The Sarah Connor Chronicles”, que sólo confirmaba la falta de imaginación y talento de quiénes han intentado prolongar el mito más allá de las películas de Cameron.
Y ésta “Terminator: Genesis” no es, ni mucho menos, la excepción. 

En el año de las secuelas-reboot de viejas franquicias (Mad Max: Fury Road, Jurassic World…), la película de Alan Taylor (Thor: The Dark World) se lleva la peor nota. Y ni siquiera el visto bueno del propio James Cameron, que la considera como la verdadera continuación de sus películas, sirve de aval para asistir a otro fallido intento de reiniciar la franquicia

O bien Cameron ha perdido el poco criterio que le quedaba o bien el cheque que le han ofrecido por respaldar la película ha sido generoso. En cualquier caso, no se entiende que se autoproclame “fanboy” de un producto tan rutinario y olvidable como éste.

 
Es evidente que esta secuela intenta ser el punto de partida para una nueva franquicia, muy al estilo de lo que hizo J.J. Abrams con “Star Trek”. Es decir, creando una nueva línea temporal que permita a los guionistas hacer lo que les venga en gana sin tener que rendir cuentas con las anteriores películas y sus respectivos fans. Y en cierto modo, este movimiento no es para nada una mala idea. Desgraciadamente, la película tiene poco que aportar al universo Terminator, y al igual que la tercera entrega, todo suena a ya visto pero en su peor versión. Otra muestra más de reciclaje de ideas que intentan perpetuar el mito tirando de nostalgia, a ver si así el público cae rendido a sus pies. Pero no nos engañemos, que por mucho Chuache que se ponga delante, este es otro fiasco más para la saga

Es más, da lástima comprobar cómo el propio Schwarzenegger intenta revivir sus años dorados con un personaje para el que, por mucho que nos duela, se ha quedado realmente viejo y obsoleto. Ni aunque justifiquen convincentemente su presencia con la excusa de que el recubrimiento del T-800 es piel humana que envejece, ni aunque ahora ejerza de “figura paternal” para Sarah. Y es que su mera presencia en pantalla provoca un déja vú que sólo invita a desalentadoras comparaciones. Sentimiento que se traslada de forma general  a toda la película. 

Si bien es cierto que algunos elementos criticables de esta cinta podrían achacársele también a la reciente “Jurassic World” (como el hecho de que tanto guiño más bien las haga parecer un remake encubierto), la ventaja del film de Trevorrow es que contaba con nuevos y atractivos personajes que permitían ir más allá de lo conocido. Aquí, sin embargo, tenemos a un Kyle Reese y una Sarah Connor que no resisten comparaciones con sus homólogos. Ni Jai Courtney ni Emilia Clarke dan el pego, y sus personajes además se resienten bajo un romance apresurado y cursi. Y aunque ella esté bien en los momentos, digamos, más dramáticos, como heroína de acción no consigue siquiera acercarse al legado de Linda Hamilton. El único personaje novedoso es el que interpreta J.K. Simmons, y en realidad poco o más bien nada aporta a la historia.

En cuanto al villano, su identidad supuestamente debería ser una sorpresa, pero fue vilmente desvelada/chafada por los responsables de marketing en un desesperado intento por seducir al público potencial. Dicho esto, es algo deshonroso que el rol recaiga en la figura de un héroe clave en la saga, y que para más inri éste devenga en una mala copia del T-1000.


Pero para ser justos, el tramo inicial de la película resulta bastante prometedor, dejando ver un futuro en guerra contra las máquinas más cercano al mostrado por Cameron en sus films. Y como ya he comentado antes, la idea de reescribir la saga con una nueva línea temporal, si bien no es original, sí resulta una vía de escape más que digna para reconducir de nuevo la franquicia. Pero lo bueno dura poco, y una vez los protagonistas pasan del alterado 1984 al futuro 2017, la historia se vuelve repetitiva y la trama empieza acusar agujeros de guión considerables. Incógnitas que quedan en el aire y a las que seguramente ni los propios guionistas sepan dar respuesta. 

Tampoco ayuda que el humor sea tan abundante como nefasto. La mayoría de los gags carecen de gracia o bien resultan lamentables, como por ejemplo contemplar al T-800 ejecutando –en varias ocasiones- un intento de sonrisa (guiño a una escena que en “Terminator 2” Cameron descartó por inapropiada. Insisto, INAPROPIADA).

A nivel visual, los efectos son, en un su mayoría, cumplidores. En particular, las escenas de destrucción iniciales y el jovencito T-800 original, con un acabado desde luego más convincente que en “Terminator: Salvation”. Por contra, y por raro que parezca, el T-1000 luce peor que el de hace dos décadas atrás. De las secuencias de acción cabría destacar la del puente de Golden Gate por su eficaz ejecución, aunque tampoco sea nada del otro mundo; y en el lado opuesto destacaría, por ridícula, la secuencia del T-800 a lo kamikaze contra un helicóptero.

En conjunto, no se puede negar que el invento entretiene medianamente. Al menos cuando uno no está dándole vueltas al rocambolesco guión. Y por supuesto, es mejor que la infame entrega de Mostow, cosa por otra parte no muy difícil. Pero eso no es suficiente para hacer como Cameron y darle el visto bueno.

 Probablemente hubiera sido más interesante seguir allí dónde lo dejó McG en “Terminator: Salvation”, centrándose en la guerra contra las máquinas, y dejarse ya de tanto viaje temporal y de tanto repetir la fórmula de la película original. Porque la fórmula más que gastada está OBSOLETA.  


 La premisa con la que parte para reiniciar la franquicia.

 Que dicha premisa se eche a perder a la media hora de película.


 
Valoración personal: